viernes, 10 de abril de 2020

LA NATURALEZA Y EL PAISAJE EN LA GUERRA GAUCHA


El tratamiento de la naturaleza es ciertamente uno de los elementos que más contribuyen al valor literario de La guerra gaucha. Hay una vivencia directa de la naturaleza de la región en que la epopeya tuvo lugar. Lugones se trasladó a la provincia de Salta para conocer personalmente los escenarios de la lucha, para revisar archivos, recoger tradiciones orales y documentarse hasta el detalle sobre las creencias. los recuerdos y las actitudes que todavía perduran allí como mementos de un pasado glorioso.
Esta circunstancia explica la abundancia de descripciones que se encuentran en el libro, descripciones que adquieren en muchos casos un valor más o menos independiente, como si el autor hubiera echado mano a su libreta de apuntes cada vez que debía ubicar una acción en el paisaje real. Lugones tiende a iniciar el dibujo de un escenario súbitamente, y la pintura resultante queda como una interpolación. corno un telón que el lector puede, y, a veces, debe descorrer.
Una importante función del paisaje en La guerra gaucha es, desde luego, la de crear una atmósfera adecuada a la narración. A veces la descripción es puramente paisajista y aleatoria, a veces la naturaleza misma, más que el paisaje, forma parte integrante e indispensable del relato épico. Resulta más conveniente, por tanto, examinar por separado
estos dos aspectos fundamentales de la obra.
El relato titulado «Sorpresa» (págs. 39-48) 1 ofrece numerosos ejemplos de fenómenos naturales paralelos, o mejor dicho, ensamblados a la materia narrativa. Al comienzo de la anécdota, la naPara
este estudio hemos empleado la siguiente edición: Leopoldo Luigones,
La guerra gaucha, Buenos Aires, Centurión; 1962. A ella corresponden, sin excepción, los números de página que aparecen entre paréntesis junto a las citas textuales.turaleza está calma; cl ambiente es precisamente lo contrario de lo
que anuncia el título. A medida que se avanza en el relato, «el silencio pesaba como un bloque» (pág. 40). la calma se va haciendo sospechosa. Se empíeza a msínuar una inquietud frente a esta desusada paz.
De pronto. «junto a las monturas algo se movió en el silencio. Una víbora se descolgó a lo largo del tronco con suavidad de bordona, al mismo tiempo que el mendigo alzaba la cabeza» (pág. 46). La naturaleza va perdiendo poco a poco su arcádica belleza y se perciben peligros cercanos tras la sigilosa presencia de esta víbora que lleva connotaciones de traición y muerte. Efectivamente, pocos segundos después, se abre la primera descarga, que abate por docenas a los
patriotas desprevenidos. Lugones usa, por segunda vez, el procedimiento homérico de hacer casi palpable lo intangible, rodeando así el relato de una aureola mítica, fabulosa. Los soldados a quienes el violinista ciego enseñaba el himno, momentos antes, se agrupan a morir bajo el fuego realista
entonando la canción patria recién aprendida: «Como águilas salían de las barbas los versos. Y mascados por esas bocas feroces, golpeaban contra los pechos enemigos acorazados con árboles» (pág. 47).
El capitán de la tropa cae lanzando improperios a sus enemigos escudados en el bosque. Entre el estruendo de las descargas y los gritos de triunfo. Lugones cierra este movimiento formidable, volviendo al tema inicial casi eglógico.
Con el contraste que resulta de esta terminación repentina, el autor logra el toque sumamente eficaz de remansar la atroz anécdota; es, por lo mismo, un momento de virtuosismo, un alarde de maestro.
En el relato que sigue, «Baile» (págs. 53-60), el autor recurre nuevamente a este procedimiento. Así como en la epopeya clásica los agileros anunciaban la suerte de los combatientes, en La guerra gaucha, indicios atmosféricos prefiguran la tragedia: «Reinaba una siniestra quietud, algo alarmante como la precedencia de un acecho»
(págs. 55-56). El ambiente va adquiriendo gravedad cada vez mayor: «Aquel silencio, aquella taciturnidad entre tanta luz, sobrecogían el ánimo» (pág. 56). Llegan los soldados realistas, «borrachos de vino tanto como de sol», al humilde villorrio donde sólo han quedado las mujeres, y empieza el festín bárbaro. Los españoles violan a las mujeres
«a pleno sol». El crimen dama venganza; los criollos, al divisar el humo dcl incendio, acuden al caserío y hacen una ejemplar carnicería entre los «maturrangos».
La intervención directa de fuerzas naturales acrecenta el drama de los acontecimientos. En tal caso, Homero habría dicho que Plutón bramó indignado ante aquella transgresión inaudita de las leyes guerreras y envió castigo a los pérfidos. Lugones produce un terremoto en aquel mismo instante. Se abre la tierra, se siente el mareo del temblor y todo se hunde en polvo y escombros: «. . - y en ese instante, con mugido
de subterráneo huracán, bramé la tierra. El suelo fallé bajo los
pies como peldaño errado de una escalera... ¡El temblor! ¡El temblor!» (pág. 58). La naturaleza entera parece temblar ante la infamia. La descripción del terremoto alcanza todas las tonalidades del horror. Hasta «los árboles torcíanse y los cerros galopaban por el horizonte» (pág. 59). Los personajes humanos se identifican con los elementos; la tierra desgarrada es una réplica de las mujeres ultrajadas; los caballos en desbande y los cerros vecinos comparten el pavor; las descargas de Los soldados tienen eco en el sordo estampido de la tierra hendida por las fuerzas subterráneas. Una mujer huye con su hijo muerto en brazos «entre las montañas que temblaban con su dolon. - Sus entrañas
partidas como las de la comarca natal, escondían también volcanes»(pág. 59).La materia guerrera es reintroducida en «Castigo» (págs. 107-113), y las fuerzas de la naturaleza vienen nuevamente en ayuda de los héroes, como en la epopeya antigua. Es posible que esto sea un elemento
puramente romántico en Lugones, pero la oportunidad y frecuencia con que ocurre permiten suponer que, por sobre las influencias literarias que pudieron gravitar en el autor, pesan sus modelos épicos. Cuando los elementos de la naturaleza intervienen no es la proyección sentimental de los románticos, que veían el paisaje coloreado de acuerdo a los tintes afectivos de su alma. Véase, en apoyo de esta afirmación, cómo participan las fuerzas cósmicas en esta lucha, que Lugones presenta como «de titanes».
«El rayo de Dios y de la Patria, realizando el conjuro, castigaba la impiedad del enemigo y marchaba, a guisa de sable predecesor, con sus batallones de nubes y de artillería de aerolitos, a huracán desplegado
y trueno batiente...» (pág. 113).
En el relato titulado «A muerte» (págs. 129-135), la naturaleza
tiene una función de igual importancia, pero en este caso, como los protagonistas son un soldado herido de muerte y su amante que trata de salvarle la vida, la intervención de la naturaleza es explícitamente
romántica. «El paisaje se contagió con el padecimiento del hombre que agonizaba» (pág. 130), y desde allí hasta el final de la historia, el cielo, la luna, las estrellas, los sapos y los murciélagos, contribuyen a acrecentar la tensión emocional del relato. «La melancolía del crepúsculo
flotaba como un espíritu...» (pág. 130). Con la ayuda de unperro, la muchacha encuentra el cuerpo de su novio herido. Recuerda que hay una caverna cercana a la cual decide arrastrar al moribundo.
«Soplos de viento mezclaban sus cabelleras, removiendo en profunda palpitación la masa del bosque» (pág. 131). La noche se endulza en torno a la trágica pareja, y en el cielo, «delicadas nubecillas, aborregándose en una nevada de luz, encarrujaban por el firmamento livianas
muselinas» (pág. 132).
Más allá, cuando ya les faltan pocos pasos para llegar a la cueva, «una rana, por allá cerca escondida, cacareaba anunciando lluvia» (página 133). Y luego «himplé un puma en la dirección del rancho, al propio tiempo que balaron las ovejas, y el perro se disparó ladrando en aquella dirección» (pág. 134). «Untuoso aroma de helechos llenaba
la caverna. Un murciélago volóse despavorido, manchando fugazmente la blancura lunar» (pág. 134). Como se ve, hay una acumulación de fenómenos y de elementos que dramatizan más, si es posible, la dolorosa historia de esta novia criolla endurecida de rabia, clamante
de venganza.
En «Vado» (págs. 151-157), la naturaleza tropical, desconocida para
las tropas realistas, aparece hostil con el invasor y pone en juego todas sus fuerzas destructoras para perderlo. Los pantanos, las plantas venenosas. las traidoras desigualdades del terreno, el calor, los mosquitos, son otros tantos combatientes que, en ayuda de los criollos, van disminuyendo
la fuerza invasora. La selva sólo recibe a los españoles
«como cadáveres», dice Lugones. dando a entender que en realidad la naturaleza está confabulada con los gauchos.
En el relato que sigue. «Vivac» (págs. 161.169), Lugones da al lector un descanso; es éste un interludio amable. Los soldados de la patria, reunidos junto al fogón, cuentan historietas, toman mate, en un momentáneo
olvido de la guerra. El autor aprovecha este instante para
introducir una serie de elementos tradicionales, leyendas, fábulas, destinados a completar, indirectamente, la imagen de aquellos hombres rudos a quienes sólo conoce el lector en el combate, la persecución, la retirada. Faltaba el lado espiritual de los gauchos. Ahora se revela en qué creen, de qué visiones está compuesto su espíritu, qué ideas, creencias y esperanzas alientan en su alma. La naturaleza, en esta
ocasión, también reposa: «La paz del bosque profundizábase en torno del fogón» (pág. 166).
En el cuento «Al rastro» (págs. 205-215), uno de los mejores de la serie, juntamente con «Alerta», también el cielo preanuncia con su
atardecer rojizo, sus lejanos relámpagos, el incendio que desatan los gauchos sobre el desprevenido sueño de los realistas. Y aun aquel ircendio fue ayudado por «el viento que sopla cuando se pone la luna».
Más aún, cuando los realistas creían haber dominado el incendio por el método del contrafoguco, «el viento se encaprichó». cambió de dirección y siguió ayudando al fuego en su mortífera tarea. En un momento dado, dice Lugones: «Aquellos soldados maniobraban tácticamente
bajo el dosel dc fuego, con tan heroica temeridad, que los cerros lejanos decían ¡bien! bajo sus embazos de nieve» (pág. 211).
En el último relato del libro (págs. 263-271), página alegórica donde
se presenta, a Jo lejos y nimbada de gloria, la figura de Oñemes, el autor recurre a todos los elementos, naturales, retóricos, poéticos, que
hagan más patente la apoteosis. En este capítulo, pues, son más numerosos
y más intensos los procedimientos del tipo ya analizado.
He preferido dividir este tema en dos instancias por razones de método; porque Lugones usa con dos fines distintos la naturaleza y el paisaje. Entiendo por naturaleza la realidad natural, los elementos, los animales y las plantas. Al hablar de la naturaleza en La guerra gaucha, me refiero a los lugares en que dichos elementos sufren cambios, es decir, se dinamizan en una dirección paralela a los héroes de la epopeya.
Además, este dinamismo natural es interpretado aquí como la
adaptación moderna que Lugones hace de las deidades que en la época clásica intervenían en las guerras y otros asuntos humanos. Se puede
observar que esta naturaleza dinamizada, activa, «interesada» en favor de un bando, es distinta de la naturaleza descriptiva, pintada, estática
que suele enmarcar las narraciones. Sólo en el período romántico se encuentran escritores para quienes la naturaleza está animada de idénticas emociones que los protagonistas. Salvo muy pocos ejemplos, en esta obra de Lugones, el tratamiento de la naturaleza se convierte en un recurso cuyo fin es, además, la creación de una atmósfera mítica.
El relato épico tiene que ser distinto del novelesco. El punto está claro en la advertencia que Ligones hace en el prólogo, referente al hecho de que La guerra gaucha no es una novela. Para que la narración cobre grandeza, para que deje la impresión de una colosal convulsión, para que sea la reproducción verbal de los orígenes de un pueblo, para rodearía de una aureola fabulosa en que los héroes adquieran
la estatura de dioses, era preciso —especialmente en el siglo
xx— infundir a los hechos narrados todo el poder cósmico que
Homero o Virgilio encontraban en los dioses imprevisibles del Olimpo.
Lugones utiliza para ello los fenómenos naturales, que en las montañas del trópico americano tienen realmente proporciones gigantescas.
Una simple tormenta, un viento, un arroyo crecido, pueden ser fuerzas formidables de destrucción. Por eso la intervención de rayos, temblores, vientos y tempestades en La guerra gaucha adquiere, en virtud de una eficaz asimilación estética, cierta verosimilitud.
En cuanto al paisaje, aunque ya el término está más o menos precisado,
por exclusión, conviene advertir que llamo paisaje en este
estudio a la descripción estática, pictórica de la naturaleza. Lugones conoció el amplio territorio salteño desde el altiplano del norte con sus profundas quebradas, hasta las selvas impenetrables del llamado
«chaco» salteño, los ríos, los valles y hasta la composición geológica de las montañas. Cada vez que inserta una página descriptiva del paisaje, ésta constituye una entidad independiente del relato y bien podría
cercenársela del texto sin que éste perdiera en absoluto. Ahí están estos trozos por lo general poemáticos, donde el poder observador de Lugones, su erudición científica y su conocimiento casi profesional de
los colores, le permite demorarse en la pintura minuciosa y exacta del escenario.

ROBERT M. SCARI
Universidad de California; Davis

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Situación en que quedaron Jujuy y Salta al concluir la Guerra de Independencia

El Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante,  diputado por Jujuy al Congreso de Tucumán,escribia sobre la situacion en que quedaron estas provincias despues de la lucha contra los realistas:
"En el largo período de quince años, la provincia de Salta (*) ha sido el sangriento teatro de una
guerra desoladora; el campo de gloria donde han sido batidas, contenidas y escarmentadas de diversos modos las huestes enemigas; el asilo de los ejércitos de la Independencia en los diferentes contrastes que han sufrido en el Alto Perú; la vanguardia de las provincias libres y la frontera de la libertad; aún disueltos los ejércitos de la Patria, ha quedado ella sola, expuesta a la orgullosa saña y a la rabia furiosa de las tropas españolas. De manera que, mientras las demás provincias, al abrigo de su localidad y de la defensa que aquí se sostenía, podían respirar siquiera de las fatigas de la guerra y preservarse y reparar en parte sus ruinas, ella se mantenía constantemente con las armas en la mano, peleando unas veces, persiguiendo al enemigo otras, siempre amenazada y siempre expuesta a nuevas y más obstinadas invasiones.
De aquí ha resultado que una provincia opulenta, que se sentía en otro tiempo oprimida por el peso de un número inmenso de ganados de toda especies; habitada de capitalistas pudientes y acaudalados, y dotada de una población robusta y floreciente, se ve en el día reducida a una pobreza general y a una miseria espantosa; destruidos sus capitales, arruinadas sus crías; aniquilada su población; empobrecidas sus familias y tocándose, por todas partes, los estragos de la guerra y los terribles efectos de la cruel venganza y del odio envenenado de los españoles.
De aquí es también que, a cada paso que se da por el territorio de esta provincia, se encuentran las viudas sin esposos, huérfanos de padres, e inválidos miserables sacrificados en obsequio de la defensa general; que si bien son, por una parte, su mayor ornamento y los timbres ilustres de su gloria, se resiente la humanidad, por otra, que la provincia de Salta se siente recargada de una crecida deuda pública procedente ya de los servicios que han rendido los defensores de la libertad y ya, principalmente, de los auxilios de todo género que han prestado sus habitantes para la subsistencia y servicios de los Ejércitos de la Patria y para el sostén de la guerra de la Independencia, porque, para salvar la causa de la libertad, nada absolutamente ha reservado - población, riquezas y cuanto ha tenido todo lo ha sacrificado a este ídolo favorito de los pueblos civilizados."
 
Bibliografia: Mariano Echazú Lezica, Biografia del Dr. Teodoro Sanchez de Bustamante

(*) La jurisdicción de La Intendencia de Salta del Tucumán, cuya Capital era la ciudad de Salta,  abarcaba: Tarija, Jujuy, Orán, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, hasta el año 1814; mediante decreto, el Director Supremo Gervasio Posadas divide la Intendencia, en: Provincia de Salta (con las jurisdicciones de Tarija, Jujuy, Orán y Salta), y Provincia de Tucumán (con la Jurisdiccion de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca). División que sería aprovechada por el Ejército Realista (desde la invasion de Pezuela) buscando y favoreciendo la division entre los patriotas, ante el desgaste de 15 años de lucha constante y la pauperizacion de la región por medio de constantes ofrecimientos  de beneficios, en particular esta fue una practica muy usada por Pedro de Olañeta en cada una de las invasiones  realistas.


Combate naval de Monte Santiago - 8 de abril de 1827

Combate naval de Monte Santiago. Segunda jornada. En horas de la mañana las naves brasileñas reanudan el cañoneo sobre los bergantines República e Independencia, que siguen varados. Al comenzar la tarde, debido al repunte del río, aquellas dos naves lograron zafar. Continúa el combate y en un momento de la lucha el sargento mayor de Marina Francisco Drummond, comandante del Independencia, se traslada hasta la goleta Sarandí en busca de municiones y en la cubierta de esa nave es herido mortalmente. Por su parte el capitán Granville, comandante del República, cae herido gravemente, lo que derivará luego en la amputación del brazo izquierdo. Al caer la noche Brown se retira del combate a bordo de la Sarandí, acompañada por la barca Congreso. Las pérdidas en este combate fueron los dos bergantines que habían varado, setenta muertos y ochenta heridos. Monte Santiago fue un contraste pero a su respecto se ha escrito que hay reveses que honran y enaltecen más que una victoria. Monte Santiago fue uno de ellos. Drummond, que murió heroicamente en este combate, era el prometido de Eliza Brown, hija del Almirante.

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Combate Naval de Monte Santiago - 8 de Abril de 1827. Dibujo de Gaston Roullet. Posicion a las 4 de la tarde.Grupo Central: el bergantin Caboclo, las goletas Paula (Norton) Itaparica (estas dos al frente), Conceiçao, Maria Thereza y Río (al fondo) rodean y cañonean a los dods barcos varados y escorados (en segundo plano). Bergantines Independencia y República, acompañados por la goleta Sarandi. A la izquierda: el lugre Princ. Imperial y la fragata Paula (haciendo fuego). Lejos de la Ipiranga, la Imperatriz y los bergantines 29 de Agosto y Rio da prata. A la derecha: un cañon en la playa.

Fuentes:Instituto Nacional Browniano -Filial Tres Arroyos
https://www.histarmar.com.ar/InfHistori…/…/MonteSantiago.htm

Patriotas y Realistas en el Tucumán de 1812

Don Manuel Posse
El Cabildo de Tucumán, que se había pronunciado dos años atrás a favor de Buenos Aires en los sucesos de mayo de 1810, en el mes de agosto de 1812 se encontraba ante una grave disyuntiva. Sus miembros, en su mayoría pertenecían a la clase española, por ser hijos o nietos de peninsulares. Los españoles en sí, conformaban un grupo social privilegiado, nunca se habían sentido iguales a los criollos, aunque sus hijos ya lo fueran. Se consideraban depositarios de la tradición hispánica, señores de la tierra y tenían además pasión por su rey . 

Por todo ello, su situación era peligrosa: si las fuerzas realistas conquistaban Tucumán, mucho tendrían que explicar de su postura en 1810; pero si el Ejército del Norte se estancaba en la ciudad, no tendrían más que tomar partido a riesgo de ser considerados traidores al viejo régimen de gobierno. Sus vidas y fortunas pendían de un hilo y se vigilaban permanentemente las actividades que desplegaban. Así las cosas, era lógico suponer que optarían por un discreto status quo a efectos de comprometer lo menos posible sus intereses. Lo cierto es que, como señala la historiadora Elena Perilli de Colombres Garmendia, Belgrano ordenó que salieran de la ciudad, en los días previos a la batalla, aquellos españoles que pudieran ser sospechados de espías, tal el caso del Teniente Tesorero del Cabildo Manuel Antonio Pereyra, quién fue despachado junto a los demás europeos rumbo a Santiago del Estero.


Cuando se supo de la cercanía del ejército de Belgrano, el Teniente Gobernador, Francisco Ugarte solícito ofreció a Balcarce las armas de la ciudad, mientras el resto de los cabildantes comenzaban a empacar sus bagajes para retirarse junto a sus familias a la vecina provincia de Santiago del Estero. El único de ellos que se quedó y formó parte del ejército patrio fue Cayetano Aráoz, como lo consignó el propio Belgrano .
Doña Agueda Tejerina de Posse

En sí, fueron pocos los realistas que tuvieron la valentía de jugarse abiertamente por su rey.

El gallego don Manuel Posse, quién era el comerciante más acaudalado de la provincia, envió un convoy de carretas con alimentos y bastimentos en auxilio de las tropas realistas comandadas por Pío Tristán. Belgrano se enteró del hecho y ordenó tomar prisionero a Posse, quién debió ser fusilado de inmediato, sin embargo fue enviado a Córdoba, lugar de destino final del derrotado ejército patriota. Allí se resolvería su destino, aunque la decidida actuación de su mujer, doña Agueda Tejerina, dama patricia de gran predicamento en la ciudad, logró dar vuelta la opinión del general. Al perdonar la vida de don Manuel, se granjeó la simpatía de muchos, quienes valoraron ese gesto de magnanimidad, lo que constituyó un golpe político a su favor. Así Posse salvó su vida, aunque tuvo que pagar una cuantiosa suma para el sostenimiento de las fuerzas criollas.
Otro importante comerciante español, don Juan Ignacio Garmendia amigo personal de Tristán, fue más cauto y prefirió esperar el desenlace de los hechos en la ciudad, lo que por algún motivo se le permitió. Al punto que en la mañana de la batalla el general realista pagó a un aguatero para que le llevara una pipa de agua a casa de Garmendia, frente a la plaza de la ciudad, ya que quería darse un baño caliente antes del almuerzo . Tan seguro y ensoberbecido estaba el general realista de que Belgrano no le haría frente en Tucumán, que no tomó mínimas prevenciones, lo que terminaría siendo su perdición.
Gral. Bernabé Aráoz
Las divisiones entre patriotas y realistas eran muy marcadas en el seno mismo de las estirpes tucumanas. En el caso de los referidos Posse, mientras don Manuel, cabeza de la familia, era un activo partidario de la causa realista, no lo era así su mujer doña Agueda quién donó sus joyas y dio ingentes sumas de dinero en apoyo del Ejército del Norte. De sus hijos: Francisco y Simón apoyaban la postura paterna, mientras José Víctor y Vicente prestarían invalorables servicios a Manuel Belgrano y luego al General San Martín en sus estadías en Tucumán, cuando el ejército se acantonó en la Ciudadela. Uno de los vástagos menores del matrimonio, Luis, estuvo entre las tropas de reserva que quedaron en la ciudad el 24 de Septiembre.
En el caso de Garmendia, su mujer, doña María Elena Alurralde, al enterarse que Tristán pretendía almorzar en su casa, según tradición familiar exclamó: Además del baño le voy a preparar una horca, cuya cuerda y dogal serán trenzados con los cabellos de las tucumanas…
Posteriormente, tres de las hijas del matrimonio Garmendia Alurralde contraerían casamiento con oficiales de Belgrano, quién apadrinó la boda, la que se realizó en una sola ceremonia dadas las prisas del ejército. Destaco entre ellas a doña Crisanta Garmendia, quién casó con Jerónimo Helguera, integrante del círculo íntimo del general.
Otro caso conocido ocurrió en el seno de la familia Laguna Bazán. El cura Miguel Martín Laguna era un prestigioso sacerdote y hombre público, nacido a fines del Siglo XVIII. Durante los sucesos de mayo de 1810 fue un realista convencido, oponiéndose a la facción criolla. En 1812 Laguna apoyó decididamente a Pío Tristán mientras se acercaba con su ejército a Tucumán, lo que le costó quedar prisionero por orden de Belgrano. Como muchos sacerdotes de la época, creía que los rebeldes cultivaban filosofías anticatólicas y los combatía con vehemencia inusitada. De manera opuesta pensaba su hermano, el Dr. Nicolás Laguna, quien fue un patriota de la primera hora jugado a favor de la causa independentista. Cuando ocurrieron los sucesos de Mayo, desde el cabildo él propuso que se llamara a representantes de toda la provincia para discutir un sistema de gobierno representativo a los intereses generales.
Así las cosas, no existía mucho margen de acción entre los habitantes de ese pequeño núcleo poblacional que no llegaba a 6.000 almas. Fue por ello que el cabildo no apoyó abiertamente a las fuerzas españolas en marcha, ya que se arriesgaban a sufrir el escarnio público de la mayoría que se había declarado a favor de romper vínculos con España.
Queda imaginar el nerviosismo de aquellos tucumanos: la suerte había sido echada y sus destinos se encontraban ligados al éxito o al fracaso de la causa, con consecuencias probablemente dramáticas.
En sí, los partidarios de la revolución no podían tener muchas esperanzas en ese grupo desmoralizado y derrotado que comandaba un abogado sin experiencia militar y que las circunstancias lo habían convertido en General. ¿Cómo podría enfrentar a ese ejército profesional, que avanza prácticamente sin oposición desde el Alto Perú?
El Combate de Las Piedras vino a cambiar sustancialmente el cuadro de situación: de pronto la vanguardia realista había sufrido una humillante derrota, demostrando que no eran invencibles.
Seguramente ello dio esperanzas para aquellos que temían que si Tristán alcanzaba a Belgrano en Tucumán, lo inevitable sería una masacre, que liberaría a todos los demonios de una guerra que ya tocaba a sus puertas.
A estas alturas, queda claro que no fueron los cabildantes quienes fueron a conferenciar con el General Belgrano en el camino que ya tomaba hacia Córdoba. No eran los representantes del pueblo tucumano quienes le pidieron al general que se quedara a dar batalla en Tucumán. Muy por el contrario, quienes salieron al encuentro de Belgrano fueron las cabezas de la criolla familia de los Aráoz, comerciantes, clérigos y hacendados de gran ascendencia entre el pueblo llano de la provincia. Patrones de cientos de hombres rudos, fogueados en las faenas del campo, quienes trabajaban en sus fincas, especialmente en la zona de Monteros, donde tenían grandes extensiones de tierras.
Esa fue la fuerza real con la cual los tucumanos apoyaron al Ejército del Norte. La embajada, compuesta por Bernabé y Cayetano Aráoz, (que si bien ocupaba un lugar en el cabildo, no fue en su representación), su pariente, el cura Pedro Miguel Aráoz (luego congresal de nuestra Independencia, en 1816), y el oficial salteño Rudecindo Alvarado. Fueron ellos, como grupo representativo del sentir de la mayoría de comprovincianos, quienes lograron convencer a Belgrano, que existía una mínima esperanza. Era el lugar y el momento para jugarse el todo por el todo.
En aceptar el desafío, desafiar la orden de Buenos Aires y dar batalla estuvo la genialidad de Belgrano y esto marcó el destino de la patria naciente.
Mientras, muchos optaron por dejar sigilosamente la ciudad, en Septiembre de 1812, el pueblo llano de Tucumán, animado por sus líderes cívicos fue quién sostuvo al ejército patrio conduciéndolo a una improbable victoria.
Tenían tan poca fe en el General Belgrano y en el triunfo de sus armas, que con conocimiento y consentimiento de él, el gobernador Domingo García y D. Francisco Ugarte echaron en el pozo de sus respectivas casas una gran cantidad de plomo necesario para la fabricación de balas, que estaba en la maestranza pero que no se pudo llevar a Santiago del Estero, por su gran cantidad y peso. En honor a la verdad, García se ocupó de juntar provisiones para los soldados, pero estos sólo fueron hechos aislados . El Cabildo de Tucumán, como institución, no tuvo injerencia alguna en la prédica patriótica que inflamó los pechos y despertó el coraje con el cual Tucumán se convirtió en el sepulcro de la dominación hispánica.
Fuente: José María Posse. del libro "Tucumanos en la Batalla de Tucumán". Tucumán 2012

202º ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE MAIPÚ (1818 - 5 de Abril - 2020)


PLANO DE LA BATALLA.


El 5 de abril de 1818, en los llanos de Maipo, a 20 km al sur de Santiago de Chile, diecisiete días después de la derrota de Cancha Rayada y antes del inicio de las confrontaciones entre las tropas realistas y las de la libertad americana, el General José de San Martín, observando el desplazamiento de las tropas realistas comandadas por Osorio, exclamó: "¡Que brutos son estos godos! Osorio es más torpe de lo que yo pensaba. El triunfo es nuestro. ¡El Sol por testigo!". A las 17 horas de ese mismo día, aún no concluidos los enfrentamientos, en el campo de batalla se fundiría en un abrazo con el General Bernardo O'Higgins, quien exclamaría a su encuentro: "¡Gloria al Salvador de Chile!"
Fuente: "Plano de la Batalla de los llanos de Maypú dada el 5 de Abril de 1818" en Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1946, p.475

Fuente:  Instituto Nacional Sanmartiniano

La ultima carta que escribio el Grl. Belgrano



Hoy, 9 de abril de 2020, se cumplen 200 años de esta, la ultima carta que escribio el Grl. Belgrano, dirigida a su amigo Celestino Liendo, comentandole la situacion politica y le pedia noticias de su ahijadita, Costa de San Isidro, 9 de abril de 1820.
Mi muy estimado cumpa.
Nada se de la familia desde que sali de esa; no he podido escribir, por mis males, y porque ademas, las incomodidades del camino no me lo han permitido; ya hoy me hallo con algun mas descanso y podre repetir lograr esta satisfaccion, si mis enfermedades siguen con el alivio que ahora, pues he logrado tener algunas mas fuerzas, apetito y sueño.
Me he encontrado con el Pais en revolucion, nadie sin embargo se (roto) se va tranquilizando con las buenas disposiciones de nues- (roto) Provincia.
A mi cuma digale V. muchas cosas y que no dejen de darme noticias de mi Ahijadita:V. puede figurarse cuanto debe interesarme su salud y bienestar por todos aspectos.
Expresiones mil a Doña Pepa, a Prudencio, recibiendolas V. con el afecto de la a[mistad] de su affmo.
Ml Belgrano
Costa de San Isidro 9 de
Abril de 1820
Señor Don Celestino Liendo.




"2020-AÑO DEL GENERAL MANUEL BELGRANO"
FUENTE: Archivo de Andrea Belgrano
Suc. Mario C. Belgrano

EL SOLDADO DESCONOCIDO.


En 1945, durante el Gobierno de Facto de Edelmiro J. Farrell, su Vicepresidente, Juan Domingo Perón, creo una Comisión para homenajear al Soldado Desconocido de la Independencia.
Dicha Comisión decidió recolectar restos óseos de Soldados caídos en batalla, durante la Guerra de Independencia.
Se trajeron restos hallados en Salta. De Tucumán no pudieron hallar huesos, así que se extrajo tierra del Campo de las Carreras, lugar de la Batalla. Uruguay aportó sus restos.
De Riobamba, Ecuador, Paracas y Cerro de Pasco, en el Perú, tampoco se pudieron hallar restos, por eso se recogió tierra del lugar de las batallas. En Ayacucho hubo mejor suerte y se extrajeron huesos de los caídos.
Otro tanto ocurrió en Chacabuco y Maypo, donde también se extrajeron restos.
De Bolivia vinieron restos de Suipacha, La Florida, Huaqui y Sipe-sipe.
La marina aportó también restos de marinos enterrados en Martín García.
Y no podían estar ausentes los restos de un Granadero a Caballo caído en San Lorenzo...
Todas estas tierras y restos óseos fueron incinerados y colocados dentro de una urna hecha con el bronce de un cañón de la Independencia.
Se subió esa urna cargada con tanta Gloria, a un tren, y ese tren recorrió el país. A cada pueblo que llegaba, era descendida y homenajeada por los pobladores. Fue escoltada por un piquete de Granaderos.
Por fin llegó a Buenos Aires, y el 29 de agosto de 1945, a las 15:30 hs, fue soldada y colocada en el lugar que ocupa ahora, dentro del Mausoleo del General San Martín.
Y un decreto presidencial dictaminó que el Día del Soldado Desconocido de la Independencia fuera también el 17 de agosto, día de la muerte del Libertador.
Por fuera la urna dice:

"SOLDADO DESCONOCIDO DE LA INDEPENDENCIA. DIO TODO A LA PATRIA Y NADA LE PIDIÓ"

 Fuente :Granaderos Bicentenario

 

DE EPIDEMIAS Y VACUNAS EN LOS TIEMPOS DE BELGRANO

por Luis Horacio Yanicelli (*)


Como sabemos, el Gral. Manuel Belgrano nació en Buenos Aires un 3 de junio de 1770, y falleció en el mismo lugar donde vino al mundo, un 20 de junio de 1820. Retomando nuestros encuentros semanales, vamos a traer en esta oportunidad algunas noticias de que sucedió en los tiempos de la vida de nuestro prócer, en materia de epidemias, en un mundo que tenía muchos menos recursos y conocimientos científicos de los que dispone la generación nuestra.


El Virreinato del Río de la Plata, fue creado en el año 1776, por el rey de España D. Carlos III, designándose capital del mismo a la ciudad de Buenos Aires. El primer Virrey fue D. Pedro de Cevallos, quien duró muy poco tiempo en sus funciones, apenas una año, siendo reemplazado por D. Juan José de Vertiz quien al poco tiempo de hacerse cargo del gobierno, ordenó que se higienizara la ciudad capital, ya que se había convertido en una sucia ciudad portuaria. Asimismo dispuso la creación del Protomedicato a fin de supervisar las medidas de sanidad pública, la educación sanitaria y la matriculación de los nuevos médicos, nombrando al frente de dicha institución al doctor MICHAEL O’GORMAN, de origen irlandés, medidas estas que mejoraron enormemente las condiciones de vida de la ciudad.

Dr. Michael O´Gorman
En la década de los años 90 del siglo XVIII, la viruela hizo estragos en toda la América española, pero al final de la misma, el médico inglés Edward Jenner, concretamente en 1798, creo la vacuna contra la viruela.


Edward Jenner.-
Dicha vacuna, o la vacuna de Jenner, se preparaba a partir de un virus vacuno, de ahí el nombre. El científico en sus observaciones notó que los ordeñadores de vacas a menudo desarrollaban pústulas similares a las que producía el virus de la viruela y que las contraían mediante la exposición continua a las ubres de la vaca, pues estas pústulas se presentaban también con frecuencia en ellas. Reparó en que los ordeñadores no se enfermaban con el virus de la viruela durante los grandes brotes de la enfermedad, por lo que dedujo que, a través de las pústulas, desarrollaban cierta protección. Es así que probó extrayendo material de las pústulas de la vaca para después inyectarlo en el brazo de un niño de 8 años. Poco después, durante un brote infeccioso de viruela, expuso intencionalmente a este niño con el material obtenido y encontró que la enfermedad no se había desarrollado.


Observaciones de Edward Jenner.-
La superstición de la época llevaba a que muchas mujeres se resistiesen a ser vacunadas, por temor a que sus pechos adoptasen forma de ubres vacunas.

 También se realizaron caricaturas  en que se comenzó a aplicar la vacuna contra la viruela, que satiriza a la gente que temía que la aplicación de la vacuna les hiciese que en su cuerpo surgieses apéndices vacunas.-
Lo real y cierto, según nos cuenta en “Epidemias en Buenos Aires desde la época colonial”, León Benarós; fue en el año de 1805, que por orden del Rey de España Carlos IV, se mandó a vacunación general en el virreinato. Y a pesar de las resistencias, no obstante ello, se realizó razonablement, para lo que se podía esperar en aquella época.


Pero lo mas interesante, es que como resultado de las investigaciones y pruebas llevadas a cabo por el padre Feliciano Pueyrredón - hermano mayor de Juan Martín, el que fuera héroe de las Invasiones inglesas y luego Director Supremo - y el doctor Francisco Javier Muñiz, con vacas argentinas, lograron obtener la primera vacuna antivariólica hecha en el país. En estos tiempos, Manuel Belgrano era el Secretario a Perpetuidad del Consulado de Buenos Aires. Podríamos bien decir, que en los estudios y experimentos Pueyrredón-Muñiz, nació la investigación científica local argentina.



Dr. Francisco Javier Muñiz.
En el siglo XIX, el cólera se había extendido desde la India hasta Inglaterra y de allí a Buenos Aires. En el año de 1817, se produjo una pandemia, (la enfermedad pasa de uno a otro país), de cólera. En 1818 llega a Buenos Aires produciendo cuadros verdaderamente graves en la población. Entre los enfermos se incluyó al doctor Ventura Salinas, quien luego en 1833, publicó un estudio sobre la enfermedad, de la cual fue médico y paciente en forma simultánea. El Dr. Salinas, muere fusilado en la guerra civil, por el bando rosista en el año 1843, junto a otro colega suyo el correntino Dr. José Gregorio Acuña.
La gravedad de la pandemia de cólera fue tremenda, según lo informa el propio Dr. Salinas, el promedio se resumía en que moría uno de cada dos afectados.
En Buenos Aires, el Hospital principal funcionaba bajo la dirección y atención de los Hermanos de la orden de los Betlemitas, sus recursos fueron sufragados durante todo el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, por aportes de las familias principales de la ciudad, entre las que se contaba, desde luego, la familia Belgrano. En el Archivo General de la Nación, podemos encontrar el nombre de otros aportantes, como la familias Alzaga, Escalada, Aguirre, Azcuénaga, Pueyrredón, Larrea, Ezcurra, Anchorena, Rozas, Vieytes y varios más.


Durante el transcurso de los 34 años de existencia del Virreinato del Río de la plata, esto es entre que fue creado y la Revolución de Mayo de 1810, se establecieron instituciones que vivieron mas allá de la declaración de la independencia. La Aduana, el Consulado y las Intendencias, fueron las bases de la organización gubernamental post revolucionaria. En la organización sanitaria de Buenos Aires, durante el virreinato, es menester distinguir la obra hospitalaria y la creación en 1798 del Protomedicato, siendo este último la asunción por parte del Estado, de la responsabilidad de velar por la salud y la calidad de la asistencia sanitaria a la población. Los funcionarios del Protomedicato, los protomédicos, inspeccionaban los hospitales y todas las casas particulares que atendían heridos y enfermos, a fin de inquirir de los mismos pacientes acerca de la calidad de la atención que se les brindaba, con el deber de requerir e indicar, en todos los casos, aquello que considerasen necesario para la mejor atención de los enfermos y heridos. Esto demuestra la vocación progresista de la sociedad porteña.



Tribunal del Protomedicato de Buenos Aires, en plena Sesión.-
Pero los fundamentos organizativos elevados, no fueron una cuestión espontánea de la sociedad de Buenos Aires, sino que venían en las propias instrucciones e indicaciones, que los reyes de España daban a los funcionarios coloniales, los que como es sabido, en la mayor parte de los casos, se encargaron de desnaturalizar aquellas mandas u anhelos de la corona metropolitana. Desde el plano de Juan de Garay, observamos el orden bajo el que se debían levantar las ciudades.


La ciudad colonial se levantaba en función de las definiciones establecidas en los “Los diez libros de Arquitectura” de Marco L. Vitruvio. El característico trazado en damero consigna, «las manzanas reservadas para la plaza, el fuerte, los conventos de San Francisco, Santo Domingo, Santa Úrsula y para el hospital, un solar para el Cabildo y la cárcel y otro para la iglesia mayor». Si nos fijamos en la parte inferior de la figura, se observa una edificación cuyo perímetro tiene la forma de una estrella, pues bien, ese edificio debía ser el fuerte, que finalmente se construyó con un formato distinto, pero la forma de estrella es precisamente, la que San Martín y Belgrano le dieron a la construcción del fuerte para asiento del Ejército Auxiliar del Alto Perú en la ciudad de San Miguel de Tucumán, en el año 1814.-


Belgrano y San Martín, hicieron vacunar a sus tropas contra la viruela. Belgrano lo deja asentado en su Diario de Marcha del Ejército del Norte y San Martín consta y obra en nota dirigida al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón en el año 1816. Obviamente, expresan opiniones limitadas al respecto, pero lo que sí podemos señalar es que ambos, valoraban la importancia de la vacunación y eran conscientes del peligro de las epidemias, lo que en sí mismo ya constituye todo un dato.

(*) Miembro de Número del Instituto Nacional Belgraniano y Presidente del Instituto Belgraniano de Tucumán.-