jueves, 6 de julio de 2017

Sobre Batallas y Combates: La Lucha de Independencia en Jujuy: Los Triunfos de Humahuaca y de Volcán - 1817



                                                                                          Investigación y recopilación Prof. Manuel Omar Armas[1]



Según el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispano de Corominas y Pascual, el término "batalla" procede del ocitánico antiguo u occitano  (lengua romance que se hablaba en la zona de Occitania, sur de Francia entre España e Italia) "batal- ha" o del bajo latín afrancesado "battalia". Ambos procedentes del latín tardío "battualia" que significa 'esgrima'. Por motivos fonéticos, las formas del francés "bataille" y la del castellano deben pro­ceder del catalán "batalla" aunque hay diversas opiniones al respecto. La primera documenta­ción figura en el Cid en 1131. La palabra arcai­ca utilizada era "lid"; y "batalla", se consideraba un neologismo hasta que se consolidó para referirse al combate entre reyes o entre dos individuos cualesquiera. Partiendo de estas acciones propias de caballería y del hacer las guerras internacionales, poco a poco desplazó a "lid".  
En cuanto al significado, el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE, 2017) ofrece varias acepciones y da múltiples explicaciones del término, de las que nos interesan las siguientes:     
1. f. Combate o serie de combates de un ejército con otro, o de una armada naval con otra.
2. f. Acción o conjunto de acciones ofensivas encaminadas a la obtención de un objetivo
3. f. Antiguamente, centro del ejército, a distinción de la vanguardia y retaguardia.
4. f. Cada una de las partes en que se dividía antiguamente el ejército.
El Diccionario de Uso de María Moliner (es el diccionario que más se usa junto al DRAE como referencia para escritores de todo tipo, por ejemplo literatos, periodistas, e incluso escritores de documentación técnica) dice como primera acepción: “cada episodio de una guerra en que se encuentran y luchan los ejércitos enemigos”. Este término se relaciona con otras palabras con las que forma una familia léxica, es decir, que comparten entre ellas el mismo lexema o raíz como batallón, batallita, batallador, batallar, etc. . Por otra parte, forma un "campo semántico", esto es, un 'conjunto de unidades léxicas de una lengua que comprende términos liga­dos entre sí por referirse a un mismo orden de realidades o ideas' (DRAE, 2001). En este sentido, "batalla" también se relaciona con ejército, división, legión, cuerpo  de tropa, batallón, escuadrón, regimiento, comandan­te en jefe, etc
Para Julián Pérez Porto y María Merino referentes del Diccionario “Definición de”,  una batalla  es un combate entre dos o más fuerzas, es una etapa o un enfrentamiento que se produce en el marco de un conflicto bélico mayor, como una guerra o una campaña militar. Cada batalla queda definida por el espacio geográfico y el periodo temporal en que se lleva a cabo. De esta forma es posible distinguir los distintos episodios de este tipo en el contexto de la guerra.
A lo largo de la historia es interesante establecer que se han seguido diversos criterios a la hora de titular o denominar a un enfrentamiento batalla. Así, se han utilizado desde la fecha en la que tenía lugar hasta el nombre del espacio donde se llevaba a cabo.
Los especialistas en cuestiones militares señalan que las guerras deben planearse a partir de una estrategia, mientras que las batallas requieren de la aplicación de una táctica, y que es posible distinguir entre distintos tipos de batallas:
-        La batalla de encuentro; es aquella que estalla de forma casi espontánea, sin que las fuerzas hayan preparado sus ataques o defensas.
-        La batalla de desgaste aspira a que el enemigo sufra mayores pérdidas que las propias, que son admitidas como normales en este contexto.
-        La batalla de aniquilación, la batalla de circunvalación y la batalla envolvente son otros tipos de batallas.
También se ha definido a una batalla como “aquella situación específica dentro de un conflicto bélico mayor en la cual se enfrentan dos partes con el objetivo de obtener la victoria” (diccionario enciclopédico ABC).
Las partes enfrentadas en una batalla pueden ser ejércitos y hasta simplemente grupos que combaten sin mayor complejidad. A lo largo de la historia, numerosas batallas y combates se han vuelto muy famosos por varias razones como los personajes intervinientes, las estrategias utilizadas, el número de muertos y, obviamente, los resultados de la misma para cada lado de los que se enfrentaban. Por lo general, cuestiones como el armamento, el liderazgo, el lugar en el que la batalla se llevó a cabo tienen directa injerencia sobre el desarrollo de enfrentamiento y del resultado de la guerra.
Hay una diferencia obvia en el modo de luchar en las batallas a lo largo del tiempo. Según Jorge Ariel Vigo (2005). En su obra “Fuego y Maniobra: Breve Historia del Arte Táctico” Las primeras batallas debieron de ser entre rivales totalmente desorganizados (recientemente se ha descubierto la primera evidencia convincente de una importante batalla de la Edad del Bronce). Sin embargo, durante las guerras del Imperio romano, los bárbaros continuaron usando métodos que implicaban multitudes desorganizadas (o solo puntualmente organizadas, como para una emboscada, llamadas hordas). Ya en el Siglo de las Luces, los ejércitos comenzaron a luchar en líneas altamente disciplinadas, donde cada una seguía las órdenes de sus oficiales y luchaba como una unidad sola en lugar de como individuos aislados, retomando la tradición romana de combate. Cada ejército estaba dividido en regimientosbatallonescompañías y pelotones. Estos ejércitos marcharían alineados y en divisiones.  Por otro lado, los indígenas americanos, no luchaban en líneas, sino que utilizaban en su lugar métodos de guerrilla. Los Estados Unidos durante la Revolución Americana también utilizaron esta táctica. En Europa, durante las Guerras Napoleónicas, se continuaron usando líneas disciplinadas, incluso en la Guerra Civil Estadounidense. Más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, se impuso un nuevo estilo denominado guerra de trincheras, indispensable ante la escasa movilidad del ejército y el uso masivo de artillería y ametralladoras, la guerra se volvió estática al no poder abrir brechas de suficiente profundidad. A esto le siguió la radio, para la comunicación entre batallones. Posteriormente, la guerra química también emergió con el uso de gas venenoso durante la Primera Guerra Mundial y la Guerra Austro-Prusiana .
Algunas batallas son nombradas de esta manera por convenio entre los historiadores militares con objeto de ordenar y distinguir los períodos de los combates entre sí. Tras la Primera Guerra Mundial, se formó un Comité de Nomenclatura de Batallas Británico, con el objetivo de decidir unos nombres estándar para todas las batallas y combates[2].
Muchos enfrentamientos son demasiado pequeños para merecer un nombre; los términos como “acción”, “escaramuza”, “asalto” o “patrulla ofensiva” son utilizados para describir enfrentamientos o batallas a pequeña escala que no tienen una gran significación en la contienda (Keegan, John -2004). Algunas veces, los mismos participantes no son capaces de decidir si el enfrentamiento en el que participaron es realmente una batalla, un combate o simplemente una acción[3].


Dicho esto podemos referirnos a lo ocurrido en Humahuaca el 1 de marzo de 1817 y en Volcán
Los hechos objetivos nos dicen que Manuel Eduardo Arias al frente de 150 hombres planifico el ataque al pueblo de Humahuaca que había sido fortificado por los realistas para ser el principal centro de abastecimientos de la retaguardia y centro de comunicaciones. La lucha duro desde las 03,00 hasta las 06,30 hs., quedando en poder de Arias 7 cañones, 100 Fusiles, municiones, 30 cargas de harina y aguardiente, 86 Soldados prisioneros, Siete oficiales, un fraile capellán, 2.000 ovejas,60 vacas y 16 mulas.
Esta acción significo el principio del fin de la Gran Invasión de La Serna, quien luego de ocupar Salta y por el constante acoso de Güemes y sus gauchos debió abandonar el norte argentino a mediados de 1817, dándole a San Martin la tranquilidad necesaria para la Campaña Libertadora. Esto marca que el “Triunfo de Humahuaca” provoco un cambio en el teatro de operaciones de la contienda, de allí su importancia.
En el marco del VI Encuentro de Historiadores organizado por el Instituto Belgraniano de Jujuy, realizado en Ledesma entre el 26 y el 28 de Mayo, (en el que tuve la distinción de participar y estar en la comisión Ejecutiva), luego de una excelente presentación sobre la lucha de independencia y los teatros de operaciones realizada por el historiador Carlos María MARTURET [4], se planteó como tema la diferencia que hay entre una batalla y un combate, luego de un muy interesante intercambio de ideas en donde participaron los historiadores Claudio MORALES GORLERI [5], Martín Román VILLAGRÁN SAN MILLÁN [6] y Luis GRENNI [7]. En esta charla se concluyó que la diferencia entre un batalla y un combate está dada por la importancia y significación que tiene un enfrentamiento para las acciones en el teatro de operaciones. La batalla marca un antes y un después para el desarrollo de la campaña militar para ambos bandos; el combate en cambio es un enfrentamiento que no produce cambios significativos en la contienda. Consultados específicamente sobre el Combate o Batalla de Humahuaca, coincidieron que en esta se daban todas las características para que actualmente se lo considere como una Batalla. También se destacó que para la época eran muy distintos los enfrentamientos entre los ejércitos europeos, como por ejemplo las guerras napoleónicas, en donde participaban ejércitos de 20.000 a 120.000 hombres en una batalla, y en donde las bajas ascendían entre  2.000 y 45.000 muertos en cada bando (Batallas de Ulm, Borodin, Bailen, etc.) mientras que en nuestro territorio las batallas más importantes no superaban los 4.000 hombres con bajas de 600 o 800 hombres, lo que marca una diferencia notable en el tipo de enfrentamiento y las cantidades de bajas, por lo que el concepto europeo de batalla debía adaptarse a nuestra realidad histórica.
 Por todo lo expuesto el “Triunfo de Humahuaca” bien puede ser llamado Batalla, sin que sea caer en exageraciones.
Los Combates de Volcán (29/05/1811, 3-04-1817 y 29-5-1817)
Después de la derrota de Huaqui, el general Goyeneche designo a  Pio Tristán para recuperar los territorios perdidos por los realistas, por lo menos hasta Tucumán, una avanzada de estas tropas comenzó a operar en la Quebrada de Humahuaca a principios de mayo, el 29 de mayo de 1811, los comandantes José Gabino de la Quintana y Juan Antonio Rojas, obligaban a los realistas a retroceder hacia la Posta de Volcán, donde los nuevamente, debiendo estos replegarse hasta que pudieran recibir auxilios.  
Luego del Triunfo de Humahuaca en 1817 la Serna envió a Olañeta y Centeno a perseguir a Eduardo Arias, sin lograr su cometido Centeno retrocedió hasta Humahuaca volviendo sobre sus pasos. A la vanguardia de la tropa marchaba el coronel Antonio de Seoane con más de doscientos hombres, siendo hostigado permanentemente por los gauchos de Arias, entrar en Volcán el 3 de abril le salió al paso el Comandante Alejandro Burela quien enfrento a los realistas provocándole gran cantidad de muertos y heridos, tomándose además prisionero al Jefe realista Antonio de Seoane, quien fue enviado como prisionero a Bs As. .de donde se escapó.
El 21 de Mayo de 1817 las tropas de La Serna abandonaban Jujuy, retrocediendo por el camino de la Quebrada. Durante la marcha fueron permanentemente hostigados por las partidas gauchas "quienes causaban la desaparición de la caballada y los atacaban con piedras desde los cerros a falta de armamento. El 28 de Mayo los realistas establecieron su campamento en Chorrillos (cerro ubicado en el límite de los dptos. Dr. Manuel Belgrano y Tumbaya). Al día siguiente para proteger su retirada prendieron fuego a todo el campo extendiéndose el fuego a los cerros vecinos, buscando la protección del viento, de las llamas y el humo.  Ante tal situación el Coronel José Apolinario Saravia, ordenó al comandante Juan Antonio Rojas, que se adelantase para ocupar el bajo del Abra de Volcán en poder del enemigo, mientras que él con una división de 150 hombres, saldría en su persecución hasta reunirse con Rojas. Los cargaron vigorosamente contra Saravia y Rojas quienes se replegaron hasta el Arroyo del Medio, donde fueron reforzados por los gauchos de la división de José Gabino de la Quintana. Los enemigos, guarnecidos en las casas de la Posta, les prepararon una emboscada con unos 100 hombres que se habían ocultado en ese sitio. El brigadier Pedro Antonio de Olañeta, se apostó en la margen del río con la caballería, y el grueso de las tropas con el teniente coronel Jerónimo Valdés a su frente. Cuando los gauchos cayeron sobre ellos, los realistas comenzaron a retroceder según lo planeado protegiéndose con el fuego de un cañón. Los gauchos contestaron el fuego hasta que la infantería de Valdés llegó al sitio y el grueso del Ejército Real del Alto Perú entró en combate. Frente a esto los gauchos retrocedieron hasta el Abra y allí vieron que el viento había cambiado de dirección y que soplaba hacia donde se encontraba el enemigo. De inmediato azuzaron más fuego del campo y las llamas avanzaron sobre el terreno enemigo, el que se vio obligado a huir, replegándose hacia en el caserío de Tumbaya donde acampó esa noche con numerosas bajas y heridos. El combate había comenzado a las 9 de la mañana y duró hasta la puesta del sol con cortos intervalos.
Más allá de las denominación (podemos denominarlos “Triunfos“ para no herir susceptibilidades) es importante conocer y valorar la importancia que tiene estos “hechos de armas” de la Guerra de Independencia, en la historia regional, nacional e incluso con proyección latinoamericana ya que podemos inscribirlos dentro del pedido que San Martin planteara a Güemes  sobre la necesidad estratégica de evitar a toda costa el avance de los realistas por el norte de nuestro país para permitirle realizar la campaña Libertadora tal cual como lo estaba realizando en esos momento. El mismo Belgrano, en carta dirigida al Director supremo Pueyrredón decía sobre los acontecimientos de 1817:
“Este año de 1817, vale tanto o más como el 20 de febrero de 1813, para la historia de la patria”
Es necesario que los jujeños seamos conscientes de nuestro pasado para valorar el sacrificio no solo de nuestros gauchos, sino de todos los Héroes conocidos, sino también de nuestros Héroes anónimos, de nuestro pueblo, que sin distinciones de origen o clase social dieron todo por la libertad y la independencia de nuestra patria.

Bibliografía
AGN Partes Oficiales y documentos relativos a la Guerra de independencia Argentina – 1901
Bidondo, Emilio: La Guerra de la Independencia en el Norte Argentino
CFI. Datos sobre Volcán – 20015
Definición y etimología de batalla definiciona.com 2015
Javier Ferrer - Cecilia Bembibre: Diccionario enciclopédico ABC Definicion ABC –general-batalla   2017
Joan Corominas, José A.: Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Pascual Gredos, 1991
Jorge Ariel Vigo: Fuego y Maniobra (Breve Historia del Arte Táctico). Buenos Aires 2005
Julián Pérez Porto y María Merino: Definición de batalla Definicion.de, 2013.
Keegan, John . El Rostro de la Batalla,. Turner. 2013
Maria Moliner : Diccionario de Uso del Español.. Editorial Gredos. 1981.
Paleari , Juan A :Diccionario General de la Provincia de Jujuy Tomo 11, Gob. De Jujuy 1993,
Paleari, Antonio: Diccionario Geográfico de la Provincia de Jujuy
Sanchez De Bustamante, Teófilo: Biografías Históricas de Jujuy
Vergara, Miguel Ángel: Compendio de la Historia de Jujuy




[1] Docente de Historia en los niveles medio y superior, Diplomado Universitario en Historia Argentina y Latinoamericana, Presidente del Colegio de Profesores de Historia e Integrante del Instituto de Estudios Históricos, “Gral. Manuel Eduardo Arias”.
[2] Para los soldados que habían luchado, la distinción era puramente académica: un soldado que hubiera luchado en Beaumont Hamel el 13 de noviembre de 1916 probablemente ignorara que estaba tomando parte en lo que el comité denominaría “Batalla de Ancre”.
[3] Tras la Batalla de Waterloo algunos oficiales británicos dudaban de si los eventos acaecidos a lo largo de ese día merecían el título de “batalla” o habían sido una mera “acción”,
[4] Gral. Brig. (R) "VGM", Miembro de Número y Secretario académico del Instituto Nacional Belgraniano.
[5]  Tte.  Cnel. (R), Doctor en Historia egresado de la Universidad del Salvador, docente e investigador universitario, Miembro de Número de la Academia Nacional Sanmartiniana, del Instituto Nacional Belgraniano y del Instituto de Historia Militar Argentina, director del equipo de Investigación Histórica de la escuela de Guerra y director de la Maestría en Historia de la Guerra en la Escuela Superior de Guerra
[6] Abogado y Magister en Historia de la Guerra y  Miembro de Número del Instituto Nacional Belgraniano y académico del Instituto Güemesiano
[7] Vicepresidente del Instituto Belgraniano de Jujuy.

El General Manuel Eduardo Arias, un héroe jujeño


Nació en el pueblo de Humahuaca posiblemente en 1785. Su padre, don Francisco Arias Rengel, era nieto de guerreros y conquistador del Gran Chaco. Su madre, una mujer de pueblo, apodada “la Coya”. Esto es todo lo que sabemos por los datos biográficos que sobre él nos da el historiador salteño, don Bernardo Frías, en su obra tan importante que tituló “Historia de Güemes y de la provincia de Salta”.
Incorporado a las fuerzas revolucionarias, pronto fue tomando el ascendiente militar que lo llevaría al lugar de privilegio que su inteligencia, arrojo y capacidad le depararían en las filas del ejército y, de manera preferente, en la guerra de recursos.
La segunda etapa de la guerra de la Independencia (1815-1820) está marcada por el plan continental de José de San Martin, plan que culmina victoriosamente en 1822 y se proyecta en la derrota realista en Ayacucho en 1824.
Al mismo tiempo en el actual norte argentino, y sobre todo en Jujuy, sufría los embates realistas provenientes del Alto Perú eran constantes, pero fueron neutralizados por fuerzas irregulares (milicias saltojujeñas) al mando de Martin Miguel de Güemes, en quien San Martin confiaba para ser una pieza clave en su plan continental. Precisamente uno de los principales comandantes de Güemes fue Manuel Eduardo Arias quien al frente delos gauchos jujeños lucharon denodadamente por defender la Independencia nacional.
En cartas con instrucciones al Ejército, San Martín destacaba la importancia de las guerrillas de Güemes, diciendo que  “ la guerra de recursos es la más afligente y de la que se saca mayor partido, especialmente por tropas nuevas y sin una perfecta disciplina, procurará no empeñar jamás una acción general con todas las fuerzas de su mando y sólo acciones parciales, de las que sin dudas sacará ventajas, que aunque pequeñas, su multiplicación hará decrecer al contrario, ganará opinión y partido y al fin tendrá un resultado igual al de una batalla  ganada” . Por ello San Martín llamó a  Güemes a Tucumán para exponerle, su opinión sobre la manera de encarar la guerra, y facilitarle alguna tropa, oficiales y auxilios, dandole el “comando general de todas las avanzadas”, en abril de1814.
En cumplimiento de este plan el Coronel Manuel Eduardo Arias jefe del sector de Humahuaca fue designado por Güemes para mandar a los afectivos que se incorporaban en las milicias de esa jurisdicción, en 1816 fue jefe de la vanguardia de Güemes y sus tropas eran fundamentalmente jujeñas, siendo su lanza de choque, algunos lo llamaron la primera espada gaucha en la defensa del norte. En 1817, cuando el más poderoso ejército español invade el norte, trayendo a su frente nada menos que al general La Serna, vencedor de Napoleón en España. Arias obtiene, un primero de marzo en Humahuaca, el más puro laurel de su cadena de triunfos, siendo mrecedos del rango de coronel y de una medalla, diseñada por el mismo Gral. manuel Belgrano. Huacalera, Tilcara, Maimara, Hornillos; son algunos de los combates en los que al frente de sus gauchos se cubre de goria.
En la guerra de recursos, demuestra ser un habilísimo estratega, que sorprende y quita cuanta vitualla pretende llevar para sí el invasor. Son miles y miles de cabezas de ganado ―ovejas, cabras, vacas, llamas y hasta burros― los que con singular pericia logra arrebatar al enemigo, dejándolo sin lo necesario para llevar adelante sus planes de invasión y predispuestos a las peores contingencias por falta de raciones de boca.
La Batalla de Humahuaca puede ser considerada con esta categoría por que fue trascendental para marcar un antes y un después en el teatro de operaciones del norte durante la invasión de  La Serna, conocida como la “Gran Invasión, siendo uno de los grandes hitos en la lucha por la independencia de nuestro país en el norte, tal cual como lo reconocieran Güemes y Belgrano al solicitar medallas de premiación para Arias y sus comandantes.
Las fuerzas realistas estaban compuestas por veteranos: el Regimiento de Gerona; el de Extremadura; los Húsares de Fernando VII; Los Dragones de la Unión; 130 artilleros y el Batallón General, que formaban lo que hoy llamaríamos una elite de veteranos de las guerras napoleónicas.
El 1 de marzo de 1817, Manuel Eduardo Arias obtiene uno de los grandes triunfos de las luchas de independencia.
El pueblo de Humahuaca había sido fortificado. La capilla de Santa Bárbara, la   casa del cura, las calles del pueblo en donde se establecieron trincheras y parapetos.  Arias adelantó el primer grupo a órdenes del capitán Hilario Rodríguez, con la misión de tomar las piezas de artillería; el segundo grupo, al mando del teniente Manuel Portal tenía como objetivo asaltar al cuartel que comunicaba con la iglesia y el campanario; el tercer grupo, a las órdenes del propio Arias, avanzaría en un segundo escalón en condiciones de apoyar a cualquiera de las columnas. La victoria alcanzada adquirió proyección nacional, y algunos dicen hasta americana, ya que permite poner en jaque a los realistas y marca el principio del fin de la invasión de La Serna, dando tranquilidad a San Martin, quien había obtenido ya el triunfo de Chacabuco en Chile.
La Gazeta, informaba el 22 de marzo:
“El entusiasmo de los gauchos de Salta, es superior a todos los elementos que emplea el arte de la guerra para conseguir victorias. Sería de desear que 300 veteranos españoles hubieran emprendido una acción tan gloriosa como la que han ejecutado 150 gauchos, en la mayor parte inermes. Y una Nación que cuenta con tales defensores, podrá ser subyugada?”
Cabe señalar que el Coronel Arias fue ascendido posteriormente por el general Manuel Belgrano, Jefe del Ejército del Norte, al grado de Coronel, a pedido de Martín Miguel de Güemes. Los subalternos inmediatos que obraron con gran audacia y valor recibieron sendas medallas de oro y de plata, mientras que los soldados recibieron cintas celestes para colocar en su chaqueta con el nombre de Humahuaca en color blanco.
Arias fue un jujeño leal a su terruño. En esto no ha de transigir jamás. Por ello en años venideros, estarán en conflictos con Güemes, como lo estuvieron jujeños ilustres, como Dávila, Soria, Iriarte, Portal, Sánchez de Bustamante, Mena y otros. Más tarde la lucha sería contra el general Gorriti, gobernador de Salta, y por iguales principios autonómicos que los sindicarían como un rebelde (algunos salteños equivocadamente lo tildan de traidor). ¿Traidor un hombre que luchó denodadamente por la libertad de su patria y que le dio, entre otros triunfos importantes, nada menos que el de la batalla de Humahuaca? Todo se debe a una cuestión político-militar.
La clase “pensante” de Salta, Tarija y Jujuy, como la de Tucumán, veían en el general Güemes a un caudillo que arremetía contra sus intereses de dueños de fincas que no les permitían trabajarlas por carencia de la mano de obra, ya que los arrenderos y la peonada era seguidora incondicional de Güemes, ya que éste les había asegurado, mediante decreto compulsivo, la propiedad de las tierras que trabajaban, no interesaba quién fuera el dueño real de las mismas. Los hombres de la llamada sociedad se sintieron tremendamente afectados. Además, y a cada rato, se les exigía “contribuciones forzosas” en dinero y que venía a hacer más odioso el gobierno de Güemes que, según ellos, no paraba en medios para perjudicarlos y hasta sumirlos en la ruina. Contra él, una conspiración tomó cuerpo. Entre los comprometidos en Jujuy estaban, nada menos, que Arias y don Pablo Soria, pero Güemes, en atención a los grandes servicios que ambos habían prestado a la patria, se mostró humanitario y los condeno al destierro al Tucumán, al primero y una gran multa y destierro a las fronteras del Chaco, al segundo.
El gobernador tucumano, adversario político y personal de Güemes, lo recibió al coronel Arias con todos los honores del caso y, conociendo sus grandes dotes militares, le dio el comando de las tropas que, precisamente en esos momentos, iniciaban la guerra declarada entre Tucumán y Salta. Y allí se demostró la capacidad militar de Arias que venció a Güemes en los encuentros de Trancas, Acequiones y Rincón de Marlopa. Seguramente estos deben ser los motivos para  que se lo calificara de traidor.

     Vuelto a su tierra jujeña, luego de la muerte de Güemes y no habiendo ya causas para su confinamiento en las fronteras tucumanas, Arias se ve envuelto en un nuevo conflicto por las arbitrariedades reiteradas del gobernador salteño, doctor y general, don José Ignacio de Gorriti, hermano del Canónigo, pero de tendencias absolutamente contrarias; marcha desde Humahuaca a Orán, con el propósito de reunir fuerzas y frente a ellas, agregando tropas puneñas y quebradeñas, invadir Salta, vencer a Gorriti y lograr la autonomía política de Jujuy. Con este designio ―y desoyendo consejos de su amigo y compadre el coronel Pastor, jefe de Humahuaca― marcha a caballo hacia el Zenta y por la quebrada de Calete. Es nomás cierto que la gente está “alzada” contra él, por cuestiones de arriendos que no quieren pagarle aleccionados por las promesas anteriores de pasar a ser dueños, desde los tiempo del general Güemes. Así llega a Cianzo, un pequeño villorrio en las alturas. No hay nadie. En el camino se encuentra con otro compadre, Velázquez, que lo pone al tanto de la situación en su contra. Arias no lo quiere creer, dado que toda la gente de esos lugares habían sido sus amigos y hasta combatido bajo su mando en tantísimos encuentros contra los españoles. El jefe de los amotinados es un tal Mariano Abán. Sin mayores problemas pasaron el inmenso cerro de Zenta y llegan a San Andrés al anochecer, alojándose en casa de Velázquez. Estaban saboreando unos mates, cuando desde el exterior, ya en plena oscuridad, llegan unos ruidos extraños. Es indudable que se trata de gente armada y que no son amigos. Las voces airadas así lo ponen en evidencia. Cierran puertas y ventanas con pesadas trancas y se aprestan a la lucha. No queda otro recurso. Pronto se oyen disparos de armas contra la casa. Y los gritos de Abán, pidiendo la rendición incondicional. Hay algunas armas para la defensa, y Arias y Velázquez las empuñan. Los de afuera han de ser muchos, calculan; mas no importa. La superioridad numérica, no los acoquina. Por el contrario, se sienten con el valor suficiente para demostrarles que no son unos cobardes y que no se entregarán. Hacen fuego por unas rendijas de la casa. Se escuchan algunos ayes, que demuestran que se ha dado en los cuerpos de los asaltantes. Pasan los minutos y también las horas. Entonces, Abán cambia de táctica. Es preciso obligarlos a salir. Para ello prende fuego al techo de la casa ―palos, cañas y torta de barro― que en un instante arde por los cuatro costados. Viendo que la cumbrera es una masa de fuego y que amenaza caer, no les queda otro recurso que abandonar lo que había sido su refugio. Abán, armado de un pesado garrote, espera tras la puerta, y en el instante que se abre para dar paso a los hombres, con todas sus fuerzas golpea la cabeza de Arias que, con el tremendo golpe, cae hacia atrás, junto a la cumbrera que se desprende y arde sobre su cuerpo toda la noche. Es el 16 de junio de 1822. Así concluyó la vida de esta gloria de Jujuy. En Julio de 2016 fue ascendido post mórtem al rango de General de la Nación

Prof. Manuel Omar Armas