jueves, 6 de julio de 2017

El General Manuel Eduardo Arias, un héroe jujeño


Nació en el pueblo de Humahuaca posiblemente en 1785. Su padre, don Francisco Arias Rengel, era nieto de guerreros y conquistador del Gran Chaco. Su madre, una mujer de pueblo, apodada “la Coya”. Esto es todo lo que sabemos por los datos biográficos que sobre él nos da el historiador salteño, don Bernardo Frías, en su obra tan importante que tituló “Historia de Güemes y de la provincia de Salta”.
Incorporado a las fuerzas revolucionarias, pronto fue tomando el ascendiente militar que lo llevaría al lugar de privilegio que su inteligencia, arrojo y capacidad le depararían en las filas del ejército y, de manera preferente, en la guerra de recursos.
La segunda etapa de la guerra de la Independencia (1815-1820) está marcada por el plan continental de José de San Martin, plan que culmina victoriosamente en 1822 y se proyecta en la derrota realista en Ayacucho en 1824.
Al mismo tiempo en el actual norte argentino, y sobre todo en Jujuy, sufría los embates realistas provenientes del Alto Perú eran constantes, pero fueron neutralizados por fuerzas irregulares (milicias saltojujeñas) al mando de Martin Miguel de Güemes, en quien San Martin confiaba para ser una pieza clave en su plan continental. Precisamente uno de los principales comandantes de Güemes fue Manuel Eduardo Arias quien al frente delos gauchos jujeños lucharon denodadamente por defender la Independencia nacional.
En cartas con instrucciones al Ejército, San Martín destacaba la importancia de las guerrillas de Güemes, diciendo que  “ la guerra de recursos es la más afligente y de la que se saca mayor partido, especialmente por tropas nuevas y sin una perfecta disciplina, procurará no empeñar jamás una acción general con todas las fuerzas de su mando y sólo acciones parciales, de las que sin dudas sacará ventajas, que aunque pequeñas, su multiplicación hará decrecer al contrario, ganará opinión y partido y al fin tendrá un resultado igual al de una batalla  ganada” . Por ello San Martín llamó a  Güemes a Tucumán para exponerle, su opinión sobre la manera de encarar la guerra, y facilitarle alguna tropa, oficiales y auxilios, dandole el “comando general de todas las avanzadas”, en abril de1814.
En cumplimiento de este plan el Coronel Manuel Eduardo Arias jefe del sector de Humahuaca fue designado por Güemes para mandar a los afectivos que se incorporaban en las milicias de esa jurisdicción, en 1816 fue jefe de la vanguardia de Güemes y sus tropas eran fundamentalmente jujeñas, siendo su lanza de choque, algunos lo llamaron la primera espada gaucha en la defensa del norte. En 1817, cuando el más poderoso ejército español invade el norte, trayendo a su frente nada menos que al general La Serna, vencedor de Napoleón en España. Arias obtiene, un primero de marzo en Humahuaca, el más puro laurel de su cadena de triunfos, siendo mrecedos del rango de coronel y de una medalla, diseñada por el mismo Gral. manuel Belgrano. Huacalera, Tilcara, Maimara, Hornillos; son algunos de los combates en los que al frente de sus gauchos se cubre de goria.
En la guerra de recursos, demuestra ser un habilísimo estratega, que sorprende y quita cuanta vitualla pretende llevar para sí el invasor. Son miles y miles de cabezas de ganado ―ovejas, cabras, vacas, llamas y hasta burros― los que con singular pericia logra arrebatar al enemigo, dejándolo sin lo necesario para llevar adelante sus planes de invasión y predispuestos a las peores contingencias por falta de raciones de boca.
La Batalla de Humahuaca puede ser considerada con esta categoría por que fue trascendental para marcar un antes y un después en el teatro de operaciones del norte durante la invasión de  La Serna, conocida como la “Gran Invasión, siendo uno de los grandes hitos en la lucha por la independencia de nuestro país en el norte, tal cual como lo reconocieran Güemes y Belgrano al solicitar medallas de premiación para Arias y sus comandantes.
Las fuerzas realistas estaban compuestas por veteranos: el Regimiento de Gerona; el de Extremadura; los Húsares de Fernando VII; Los Dragones de la Unión; 130 artilleros y el Batallón General, que formaban lo que hoy llamaríamos una elite de veteranos de las guerras napoleónicas.
El 1 de marzo de 1817, Manuel Eduardo Arias obtiene uno de los grandes triunfos de las luchas de independencia.
El pueblo de Humahuaca había sido fortificado. La capilla de Santa Bárbara, la   casa del cura, las calles del pueblo en donde se establecieron trincheras y parapetos.  Arias adelantó el primer grupo a órdenes del capitán Hilario Rodríguez, con la misión de tomar las piezas de artillería; el segundo grupo, al mando del teniente Manuel Portal tenía como objetivo asaltar al cuartel que comunicaba con la iglesia y el campanario; el tercer grupo, a las órdenes del propio Arias, avanzaría en un segundo escalón en condiciones de apoyar a cualquiera de las columnas. La victoria alcanzada adquirió proyección nacional, y algunos dicen hasta americana, ya que permite poner en jaque a los realistas y marca el principio del fin de la invasión de La Serna, dando tranquilidad a San Martin, quien había obtenido ya el triunfo de Chacabuco en Chile.
La Gazeta, informaba el 22 de marzo:
“El entusiasmo de los gauchos de Salta, es superior a todos los elementos que emplea el arte de la guerra para conseguir victorias. Sería de desear que 300 veteranos españoles hubieran emprendido una acción tan gloriosa como la que han ejecutado 150 gauchos, en la mayor parte inermes. Y una Nación que cuenta con tales defensores, podrá ser subyugada?”
Cabe señalar que el Coronel Arias fue ascendido posteriormente por el general Manuel Belgrano, Jefe del Ejército del Norte, al grado de Coronel, a pedido de Martín Miguel de Güemes. Los subalternos inmediatos que obraron con gran audacia y valor recibieron sendas medallas de oro y de plata, mientras que los soldados recibieron cintas celestes para colocar en su chaqueta con el nombre de Humahuaca en color blanco.
Arias fue un jujeño leal a su terruño. En esto no ha de transigir jamás. Por ello en años venideros, estarán en conflictos con Güemes, como lo estuvieron jujeños ilustres, como Dávila, Soria, Iriarte, Portal, Sánchez de Bustamante, Mena y otros. Más tarde la lucha sería contra el general Gorriti, gobernador de Salta, y por iguales principios autonómicos que los sindicarían como un rebelde (algunos salteños equivocadamente lo tildan de traidor). ¿Traidor un hombre que luchó denodadamente por la libertad de su patria y que le dio, entre otros triunfos importantes, nada menos que el de la batalla de Humahuaca? Todo se debe a una cuestión político-militar.
La clase “pensante” de Salta, Tarija y Jujuy, como la de Tucumán, veían en el general Güemes a un caudillo que arremetía contra sus intereses de dueños de fincas que no les permitían trabajarlas por carencia de la mano de obra, ya que los arrenderos y la peonada era seguidora incondicional de Güemes, ya que éste les había asegurado, mediante decreto compulsivo, la propiedad de las tierras que trabajaban, no interesaba quién fuera el dueño real de las mismas. Los hombres de la llamada sociedad se sintieron tremendamente afectados. Además, y a cada rato, se les exigía “contribuciones forzosas” en dinero y que venía a hacer más odioso el gobierno de Güemes que, según ellos, no paraba en medios para perjudicarlos y hasta sumirlos en la ruina. Contra él, una conspiración tomó cuerpo. Entre los comprometidos en Jujuy estaban, nada menos, que Arias y don Pablo Soria, pero Güemes, en atención a los grandes servicios que ambos habían prestado a la patria, se mostró humanitario y los condeno al destierro al Tucumán, al primero y una gran multa y destierro a las fronteras del Chaco, al segundo.
El gobernador tucumano, adversario político y personal de Güemes, lo recibió al coronel Arias con todos los honores del caso y, conociendo sus grandes dotes militares, le dio el comando de las tropas que, precisamente en esos momentos, iniciaban la guerra declarada entre Tucumán y Salta. Y allí se demostró la capacidad militar de Arias que venció a Güemes en los encuentros de Trancas, Acequiones y Rincón de Marlopa. Seguramente estos deben ser los motivos para  que se lo calificara de traidor.

     Vuelto a su tierra jujeña, luego de la muerte de Güemes y no habiendo ya causas para su confinamiento en las fronteras tucumanas, Arias se ve envuelto en un nuevo conflicto por las arbitrariedades reiteradas del gobernador salteño, doctor y general, don José Ignacio de Gorriti, hermano del Canónigo, pero de tendencias absolutamente contrarias; marcha desde Humahuaca a Orán, con el propósito de reunir fuerzas y frente a ellas, agregando tropas puneñas y quebradeñas, invadir Salta, vencer a Gorriti y lograr la autonomía política de Jujuy. Con este designio ―y desoyendo consejos de su amigo y compadre el coronel Pastor, jefe de Humahuaca― marcha a caballo hacia el Zenta y por la quebrada de Calete. Es nomás cierto que la gente está “alzada” contra él, por cuestiones de arriendos que no quieren pagarle aleccionados por las promesas anteriores de pasar a ser dueños, desde los tiempo del general Güemes. Así llega a Cianzo, un pequeño villorrio en las alturas. No hay nadie. En el camino se encuentra con otro compadre, Velázquez, que lo pone al tanto de la situación en su contra. Arias no lo quiere creer, dado que toda la gente de esos lugares habían sido sus amigos y hasta combatido bajo su mando en tantísimos encuentros contra los españoles. El jefe de los amotinados es un tal Mariano Abán. Sin mayores problemas pasaron el inmenso cerro de Zenta y llegan a San Andrés al anochecer, alojándose en casa de Velázquez. Estaban saboreando unos mates, cuando desde el exterior, ya en plena oscuridad, llegan unos ruidos extraños. Es indudable que se trata de gente armada y que no son amigos. Las voces airadas así lo ponen en evidencia. Cierran puertas y ventanas con pesadas trancas y se aprestan a la lucha. No queda otro recurso. Pronto se oyen disparos de armas contra la casa. Y los gritos de Abán, pidiendo la rendición incondicional. Hay algunas armas para la defensa, y Arias y Velázquez las empuñan. Los de afuera han de ser muchos, calculan; mas no importa. La superioridad numérica, no los acoquina. Por el contrario, se sienten con el valor suficiente para demostrarles que no son unos cobardes y que no se entregarán. Hacen fuego por unas rendijas de la casa. Se escuchan algunos ayes, que demuestran que se ha dado en los cuerpos de los asaltantes. Pasan los minutos y también las horas. Entonces, Abán cambia de táctica. Es preciso obligarlos a salir. Para ello prende fuego al techo de la casa ―palos, cañas y torta de barro― que en un instante arde por los cuatro costados. Viendo que la cumbrera es una masa de fuego y que amenaza caer, no les queda otro recurso que abandonar lo que había sido su refugio. Abán, armado de un pesado garrote, espera tras la puerta, y en el instante que se abre para dar paso a los hombres, con todas sus fuerzas golpea la cabeza de Arias que, con el tremendo golpe, cae hacia atrás, junto a la cumbrera que se desprende y arde sobre su cuerpo toda la noche. Es el 16 de junio de 1822. Así concluyó la vida de esta gloria de Jujuy. En Julio de 2016 fue ascendido post mórtem al rango de General de la Nación

Prof. Manuel Omar Armas

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